Muchos niños con autismo sufren falta de sueño o tienen un sueño irregular. Esto hace que sus padres estén normalmente agotados, física y emocionalmente. Los problemas de sueño afectan a un 70% de los niños con TEA mientras que la cifra es del 20% en el caso de los niños neurotípicos.
Un problema es que los padres la mayoría de las veces no comentan las alteraciones del sueño de sus hijos porque los ven como el menor de sus problemas, pero el efecto de la carencia de sueño es peor de lo que pensamos. La incapacidad para quedarse dormido o para seguir durmiendo, lo que llamamos insomnio, puede tener consecuencias en el largo plazo: problemas de comportamiento, dificultades de adaptación y fallos en la función cognitiva. Dormir un número suficiente de horas es necesario para consolidar las memorias, para tener un correcto proceso de aprendizaje y para el crecimiento y desarrollo cognitivos.
El insomnio puede agravar los problemas de comunicación, interacción social, las alteraciones de conducta y la ansiedad. Los trastornos del sueño también pueden empeorar los ataques epilépticos.
El primer paso es ver qué factores de la vida cotidiana, fácilmente modificables, afectan a que el niño se despierte durante la noche o le cueste dormirse. Entre las cosas a explorar están la rutina, la exposición a la luz o a las pantallas antes de ir a la cama, las digestiones pesadas o el hambre y las sensibilidades sensoriales. Otro factor para explorar es la medicación: algunos fármacos como los antiepilépticos, los estimulantes y los estabilizadores del ánimo pueden afectar también al sueño.
Entre los tratamientos farmacológicos que recomiendan los neurólogos y especialistas del sueño está la melatonina (una hormona producida normalmente por el cerebro que regula el ciclo sueño-vigilia. Su uso va a depender de cómo sea la alteración del sueño). Esta puede ayudar a que duerman, pero no evita que el niño se despierte por la noche. El especialista recomienda empezar con dosis bajas y ver si el niño está somnoliento o más irritable durante el día.
Siempre es conveniente que los padres lleven un cuaderno con el régimen de sueño de su hijo, a qué hora se va a la cama, a qué hora aproximadamente se queda dormido y se despierta por la noche, a qué hora, cuántas veces y por cuánto tiempo. Si presenta apneas, ataques epilépticos durante la noche o se duda sobre si el sueño está realmente alterado, suele hacerse un estudio específico en una unidad especializada. Estos cuadernos registros realizados de forma sistemática durante las visitas al especialista, pueden darnos datos valiosos sobre sus patrones de sueño y ayudar considerablemente a la hora de buscar una solución.
Un patrón de sueño más saludable generaría muy probablemente un círculo virtuoso sobre otras áreas del funcionamiento cotidiano. Si el niño está descansado, está de mejor humor, atiende más, es más productivo, más proactivo y social, aprende más. Y todos los que estamos a su alrededor también dormimos mejor.
Karla Rocío Arteaga Jeréz.
Miembro de la Asociación “Compartiendo un Mundo A.C.”